jueves, 8 de octubre de 2009

8/10/09. Nota Página 12. Por Alina Mazzaferro

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/13-15550-2009-10-08.html

espectaculos

JUEVES, 8 DE OCTUBRE DE 2009

DANZA › LUIS BIASOTTO REESTRENA OCTUBRE (UN BLANCO EN ESCENA), EN EL TEATRO DEL PUEBLO

El espejo convexo de la sociedad

El fundador del célebre grupo Krapp, que probablemente retorne pronto, presenta una “no-obra” que rompe con todos los cánones de la danza, de lo que se supone que debe hacer el público y hasta de su propia condición de autor y director.

Por Alina Mazzaferro

Si hay alguien que parece haber comprendido bien el concepto de “obra abierta” de Umberto Eco, ése es Luis Biasotto. El y el grupo Krapp –célebre desde Mendiolaza, la pieza que los llevó a recorrer el mundo– se caracterizaron por montar obras sin guión, coreografías sin pasos ni una técnica determinada, puestas que exhiben sus costuras, que se arman y desarman frente a los ojos del espectador. Son productos escénicos que no son otra cosa que el resultado de largos procesos de investigación, con estructuras que se parecen más a un eterno fluir que a una historia con principio, medio y fin; obras que de ninguna manera cierran sus sentidos, sino que permiten que estos proliferen a gusto y placer en la cabeza de cada espectador. En la actualidad, Biasotto se encuentra algo alejado de Krapp –tan sólo por un tiempo, pero es posible que pronto el grupo vuelva a reunirse–, y este año ha estrenado por las suyas un espectáculo que intentó llevar todas estas premisas hasta las últimas consecuencias: Octubre (un blanco en escena), que se presentará hoy y el próximo jueves 15 a las 21 en el Teatro del Pueblo (Roque Sáenz Peña 943).

Octubre: su nombre ya suena a revolución. Y, de hecho, la intención fue romper con todos los cánones, con lo que se supone que es una obra de danza, con lo que se supone que debe hacer el público, con lo que se supone que es bailar, actuar, ir al teatro. Biasotto puso todo en cuestión, hasta su propia condición de autor y director. Luego de haber estado un tiempo en cartel en el Centro Cultural de la Cooperación, la obra inauguró un debate y, con él, instaló dos bandos con posiciones encontradas: de un lado, los que ensalzaron la osadía de Biasotto; del otro, los que se quejaron de tanta anarquía. En el medio quedaron los que apreciaron que “es arte contemporáneo, pero de ese que no se entiende nada”. Claro que no era precisamente “entender” lo que debía hacer el público con esa obra. Más bien, Biasotto buscó todo lo contrario: desorientar. Y sobre todo, poner a pensar. “¿En qué lugar está el arte hoy? ¿Cómo estamos parados nosotros frente a ello? ¿Qué sucede con el espectador?”, son las preguntas que funcionaron como disparadores de esta pieza a la que su creador define como el anti-entretenimiento o la no-obra. Así lo explica él: “Con esta idea de ausencia de la obra, el punto de partida para trabajar fue el momento en el que el bailarín deja de ser bailarín para ser un intérprete con nombre y apellido. Heiner Müller habló de la muerte del actor y eso me llevó a pensar en la muerte del autor que propone Roland Barthes”.

–¿Y cómo puso ese concepto en práctica?

–Lo que planteo acá es que cualquier rol es intercambiable, reemplazable. La obra, más allá de que yo la dirija, es de todos. Todos tenemos algo de la gente que nos rodea en cada cosa que hacemos, la influencia es constante. Esto implica que, una vez que ya está puesto en juego el trabajo escénico, de alguna manera desaparece el autor.

–¿Eso implicó también revisar el lugar de la danza y sus modos de producción?

–Realizo un juicio crítico, sobre todo, a la antigua mirada sobre el objeto danza, a la autonomía de la danza como expresión artística. Estoy bastante cansado de ver siempre lo mismo, de saber lo que voy a ver antes de sacar la entrada, de que todos apunten sólo al mercado del exitismo y de que pocos se arriesguen a buscar un cambio. Me entristece ver que los directores siempre van a lo seguro.

–Octubre busca la participación del público. ¿Qué espera de él?

–No sé si espero algo del público. Pero el espectador ya no puede seguir siendo un espectador kantiano, donde el eje pasa sólo por lo que está viendo. Elena Olivera habla del nuevo espectador del siglo XXI que, para ver cierto tipo de trabajos, debe conocer un poco de historia del arte, de filosofía y otras cosas. Por ahí es mucho pedir, pero creo que el público debe manejar cierta información y habituarse a que no sólo va al teatro a entretenerse o a que le cuenten una historia. Debe irse a su casa con preguntas y no hablando de lo lindo que se movían los bailarines. En algún sentido, la danza es un espejo, invertido o convexo, de la sociedad. Pero pensar debería ser una responsabilidad de todos y no de unos pocos. Más que un público participativo, espero un público activo.

–Algunas críticas a la obra se preguntaron si realmente se trataba de una obra de danza, si tanta libertad no era “peligrosa”; se argumentó también que la pieza se parecía a la televisión porque “idiotiza” y muchos la catalogaron como “una de esas obras que el espectador no entiende”. ¿Quisiera responder a todo eso?

–La libertad del artista es la base para la creación, es el motivo por el que la mayoría de los que nos dedicamos a esto comenzamos a trabajar. Decir que la libertad es peligrosa me suena un poco fascista. Otras críticas me resultan bastante banales para entrar en su juego. Por ejemplo, una revista escribió que el mío era un espectáculo de arte contemporáneo pero de esos que entrás a ver y no entendés nada. “¡¿Pero qué hace un mingitorio en un museo?!”, hubiese dicho el mismo crítico. La gente está acostumbrada a ver espectáculos tradicionales o por lo menos bastantes aprehensibles, busca entender lo que está viendo. Cree que la danza es de cierta manera y que tiene que cumplir ciertos requisitos, como bailar, por ejemplo. No quiero decir que mi trabajo sea críptico ni mucho menos, pero mi espectáculo no tiene la mirada habitual de la danza. Hay que observarlo desde otro lugar. Encuentra un borde distante del común y al mismo tiempo es muy simple: está fuera de las estéticas reconocibles. Y creo que lo más complicado para el crítico es que el espectáculo presenta su propia crítica. Es radical y eso provoca ciertos enojos. Toma por sorpresa al público, que se encuentra con que en vez de ser mero voyeur es co-creador y debe mirarse a sí mismo.

–Entonces, ¿considera que una obra puede ser coreográfica a pesar de no incluir pasos pertenecientes a ninguna técnica elaborada?

–No lo sé. Antes hubiera dicho que sí, porque vengo de la danza y en mis obras hablo desde la danza. Esta obra es danza, aunque con poca sensación de salir a bailar.

–¿Puede reflexionar a partir de su obra respecto del camino que toma la danza contemporánea hoy?

–Salvo algunos casos, la danza contemporánea actual es poco arriesgada, muy acartonada, carente de reflexión. Mi aporte puede ser muy grande o imperceptible, depende de quién lo mire: intento que el espectador tome conciencia de que la danza no es menor que otras artes y que los bailarines no sólo bailan, y también que asuma ciertas responsabilidades, que revise su posición intelectual respecto al objeto danza.

–¿Se sorprendió de que la obra resultara tan polémica?

–Intuí que algo así pasaría. Pero la intención del trabajo no era polemizar o impactar, sino presentar lo que creo que está ocurriendo hoy con ciertos lenguajes, como la danza. El que se enoja o polemiza es el espectador medio que se niega a que le cambien pan por chocolate. Ir al teatro es una apuesta; quizás al venir apostaron al animal equivocado, pero esos que quieren ver ganar siempre al mismo caballo no me interesan.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Reestreno!!

OCTUBRE

(UN BLANCO EN ESCENA)


4 únicas funciones

24 de septiembre, 1, 8 y 15 de octubre

Jueves 21 hs.

Teatro del Pueblo

Roque Sáenz Peña 943

Reservas: 4326-3606 o 4394-2639


Entradas: $30

Desc. Estudiantes y Jubilados.


viernes, 24 de julio de 2009

jueves, 18 de junio de 2009

El vacío que da sentido

http://www.enescenahoy.com.ar/obras2009/octubre/octubre.htm

Al comienzo, la nada, la oscuridad. Principio de toda pregunta: la duda, la hoja en blanco, el espacio deshabitado.
La propuesta de este grupo sorprende. El espectador, cómodamente sentado en su butaca y a la espera de ver un espectáculo de danza, se puede sentir desencajado. ¿De qué trata la obra? ¿Qué es este lenguaje, cómo lo defino? Es danza, teatro, música, es todo eso… ¿qué es? ¿Es un manifiesto en acción? ¿Qué digo cuando me pregunten qué tal la obra?
Así pueden encadenarse un montón de preguntas.
Desde el movimiento en la escena la obra propone otra mirada. Una que impulsa el pensamiento, la reflexión, y que pone en boca de los intérpretes interrogantes que surgen en muchos de quienes se vinculan con la danza, ya sea desde la producción, la investigación, la realización o la escritura. Por eso la obra te saca de cuadro. Es una exhortación constante donde tanto el público como los propios intérpretes son interpelados.
Están en juego la figura del director, la relación del movimiento con la emoción, la repetición, la explicación, la interpretación del público de aquello que sucede en la escena, el ensayo, la prueba y error cómo método.
En un demarcado cuadrado blanco de luz, los intérpretes actúan, bailan, se dirigen y marcan, se comunican con los técnicos y se relacionan con los allí presentes incluyéndolos de forma activa en la construcción de la obra.
Se disfruta de danza y música sin dejar de plantearse lo que sucede ni sorprenderse por los cambios que se introducen casi de soslayo en la situación.
Un espectáculo cuestionador que le da otro color a la cartelera de danza de hoy.
Nea Rattagan

lunes, 15 de junio de 2009

comentario sobre: Octubre (un blanco en escena)

11 de junio del 2009

¿Un blanco en escena? o ¿una reflexión escenificada?

En estos tiempos de sinsentido generalizado, es bueno que alguien nos involucre a todxs a pensar. En
Octubre, no se sabe mucho que pasa: ni quién baila, ni cuándo termina, ni quién dirige. La certeza, es que la creación artística (y por que nó, todo acto creativo) implica una reflexión, profunda, graciosa, colectiva. Cuando el virtuosismo no alcanza, cuando el show sólo nos excita careciendo de sentido, aparece la pregunta: ¿qué hacer?

En tanto ruido, tanto estímulo contemporáneo, hacer un alto y escenificar una duda es valioso, más si está bien logrado. Cuando se nos convoca a compartir reflexiones y búsquedas estamos menos solxs, pienso.

Ahora, por dónde se empieza o cómo, es un debate que nos concierne a todxs.

Muy recomendable.

miércoles, 27 de mayo de 2009

"Un cuerpo invadido por palabras"

http://www.imaginacionatrapada.com.ar/Teatro/2009/05/26/octubre-un-blanco-en-escena-un-cuerpo-invadido-por-palabras/

por Eneas

La representación existe y no existe como tal,  porque eso que nunca llega a representarse es la obra. Todo se desencadena como una sucesión inesperada de eventos que dan cuenta del antes de la representación, y eso es la representación. La escena se desnuda y queda un esqueleto que,  por momentos, se desarma y cae para volverse a armar de otra manera.

“Octubre” propone un metalenguaje como obra.  El mismo director interviene en la escena para llenarla de frases vacías de proyección trascendental, o sea nada. Se reflexiona sobre la acción antes, durante y después de ser ejecutada. La obra se enmarca dentro de una red de contenidos del imaginario del mundo de la danza, algunos de los cuales quedan plasmados en las devoluciones que realiza el director a sus intérpretes (“- hace la forma por la forma, sean mas efectivas.”) El lugar del director, del bailarín, del público, de la representación y de la danza es cuestionado,  siendo este ultimo uno de los grandes cuestionamientos que funciona de base: ¿Qué es la danza? ¿Cómo debería ser una obra de danza? ¿Cuándo llega la parte en que bailan? ¿Cualquier danza es arte? ¿Es ésta una obra de danza?

El público es llamado a la participación. Algunos objetos se encuentran dispuestos sobre las butacas para ser llevados al escenario. El director hace uso de su papel y dirige a los nuevos participantes. Micrófono en mano, despliega una pequeña lista y anuncia: “en la fila 3, butaca 4”. Los fines de la participación se regodean en sí mismos, los motivos no se descubren hasta el final. El resultado: la representación de un crimen de público conocimiento. (¿?)

Dentro del público también se hallan algunos intrusos. Es decir, agentes ajenos de pertenencia dudosa. Pero no nos damos cuenta de esto hasta que algo sobresale. La diferencia está dada por el rasgo excéntrico que excede cualquier comportamiento de este lado del escenario. El escenario se desdobla, y nos damos cuenta que no todo es lo que parece.

La participación adquiere dos cualidades. Por un lado, la participación del público, una especie de ayudante/constructor de una escena, cuyos resultados poco tienen que ver con lo que se venía gestando, sino que funcionan como un guiño o chiste dentro de la obra. Por otro, los interpretes dentro del público que, a través de su discurso y de su accionar, reconfirman los lugares de cuestionamiento que ya se venían planteando. El lugar de la mirada crítica es construido ante los ojos del público, pero no por él.

Los pequeños fragmentos bailados (en respuesta a la pregunta, ¿cuándo llega la danza?) componen, en contraste con todo este meta-discurso, momentos de pura sensualidad. Una de las bailarinas elige a un espectador para dedicarle un baile. Para esto pide al resto que cierren los ojos. Y, como nadie resiste la tentación de mirar, el baile se vuelve una gran dedicatoria de sensualidad, un baile guiado por el puro deseo de bailar y de crear ese momento intimo, custodiado por muchos, pero dirigido a uno solo. En otros momentos es el cuerpo que se deja llevar por la música y fluye dentro de ese tiempo y espacio preciso de la ejecución musical que también forma parte de la escena, dejándose existir como pura materia llena de energía, llena (otra vez) de deseo.

La reflexión es la que corta esa energía, la que devuelve el cuerpo a la cabeza, y abre nuevos compartimentos donde incluir la misma. Y hablamos de compartimentos, porque podríamos tomar cada tópico de los cuales se habla, y sobre los cuales se acciona y enmarcarlo bajo un concepto. Las discusiones se amplían y nos sentimos frente a lugares comunes, lugares ya algo agotados, porque la respuesta no existe si no es como una nueva manifestación artística, que renueve en nosotros ese vínculo de indecibilidad con  el arte.

sábado, 16 de mayo de 2009

Octubre.Morir para nacer en el fragmento de un instante

O
http://www.danzanet.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=92:octubre&catid=41:danza-contemporanea-y-sociedad&Itemid=63ctu

bre. Morir para nacer en el fragmento de un instante
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Danza Contemporánea y Sociedad
Escrito por Ana González Vañek   
Octubre, la última creación de Luis Biasotto, nos permite realizar una aproximación a ciertos conceptos que, antes de intentar ser comprendidos desde una posición puramente intelectual, nos invitan a reflexionar acerca de la relación entre teoría y práctica. Porque como bien sabemos, el concepto no existe si no es en y por una práctica que lo hace posible.
Octubre (un blanco en escena) nos permite indagar acerca de lo que sucede al interior del campo de la danza contemporánea en Argentina desde un relato que, si bien cuenta con una necesaria estructura que posibilita su existencia como objeto artístico, nos acerca al mismo de una manera completamente diferente. Además de generar una ruptura con la representación y la estructura de la obra tradicional, en la creación de Biasotto, quien por primera vez realiza un trabajo de relación directa con el público, se quiebra el tiempo escénico poniendo de manifiesto un tiempo real. Lo mismo sucede con el espacio, cuyos límites se borran continuamente; aparecen y desaparecen rompiendo el espacio escénico convencional.
La obra de Biasotto se presenta como un trabajo mental y reflexivo que, a su vez, contiene ciertos elementos claramente visuales que confunden al espectador. Porque esa es la intención; una intención ambiciosa y no menos arriesgada que conlleva la posible ausencia de interrogantes por parte de un público en muchos casos habituado a una determinada lógica interpretativa, en otros acostumbrado al formato espectáculo vinculado al entertainment. 
El director de Octubre considera que muchas veces la obra de arte no tiene respuestas para dar, plantea interrogantes pero no tiene respuestas. Y aunque en algunos momentos se manifieste de ese modo, la suya no es una obra pensada para entretener sino para abrir preguntas.

En este sentido, resulta interesante destacar que Luis Biasotto articuló el desarrollo creativo de su obra con la idea de la muerte del actor de Heiner Muller; idea que hace referencia a la posibilidad que existe para el espectador de ver al sujeto real de una obra. “Para mí lo importante es encontrar ese momento, ese segundo en que dejás de ver al personaje para ver a la persona real. Eso lo relacioné con La muerte del autor de Barthes. Este es el planteo general de casi todo el trabajo”, afirma.
En La muerte del autor, Roland Barthes plantea que un texto está formado por escrituras múltiples procedentes de varias culturas. Así, éstas dialogan generando una parodia, una contestación. Luego afirma que existe un lugar donde se recoge esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, sino el lector. 
Teniendo en cuenta el artículo de Arthur Danto, El final del arte, donde el autor intenta pensar qué clase de fronteras separan a los objetos reales de los artísticos proponiendo un reconocimiento reflexivo más que visual, Biasotto presenta un trabajo que también nos permite descubrir la figura de un artista comprometido con su espacio y con su tiempo, acercándonos de esta manera a la necesidad de generar un pensamiento, una reflexión activa que, en cuanto tal, privilegie un espacio de diálogo con la obra de arte.

Octubre, que presenta críticas, autocríticas y referencias a través de las cuales el espectador se reconoce y re-conoce sus propias experiencias, tiene su analogía con un caso sin resolver, sin conclusión. Como la vida misma, que si bien a través del devenir histórico y cultural nos ha transformado en hijos de una tradición cartesiana, enfrentándonos así, constantemente, a la necesidad de definir y dar respuestas, es inacabada e indescifrable en cada uno de los fragmentos de un instante que, paradójicamente, también debe morir para existir y de esa forma manifestarse en lo que hemos dado en llamar “significado”.

Así, Biasotto nos presenta una obra en la que diversos lenguajes se entrecruzan para mostrarnos un lugar donde ya no quedan metas… O donde quizás, la única meta, sea la más difícil; la de generar un recorrido que incluya, en su eterno devenir, miradas que desean, que anhelan, que buscan comprender sin definir, intentando ver más allá de lo que se ve a simple vista.


Centro Cultural de la Cooperación 
Corrientes 1543-Tel: 5077-8077
Jueves 21 hs.
Localidades: $25